El Clot del Moro, 1979
Detalle depósito del clinker. foto by gaby
El camino era polvoriento y de buen ancho, la vegetación junto al mismo estaba teñida de blanco, y nuestros zapatos, al ir recorriendolo, no tardaron en coger el mismo tono. El día había surgido gris, incluso plomizo, permaneciendo así durante toda la jornada, pero con la luz adecuada para nuestros propósitos. A medida que caminábamos, las montañas del Catllaras nos iban encerrando en el valle, a la vez que se iba percibiendo el singular sonido de las ruinas. El Jaume y yo, teníamos la sensación, de que por aquel trayecto polvoriento, antigua línea del ferrocarril, había transitado una gran parte de la historia de la comarca. No andábamos muy equivocados...
El relato completo en,
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